–¡Abuela!... Por favor cuéntame otro de tus cuentos!–
dijo Miguelito muy sonriente a su abuela.
–Bueno, bueno… ¡¿Te gustaría uno de hace muchos años
atrás?!– contestó ésta, con una sonrisa gigantesca.
–Sí, sí, sí…
Entonces, la abuela comenzó a contar uno de sus hermosos
cuentos…
–Hace muchos años atrás, en un lugarcito escondido entre
bosques, lagos y hermosas montañas, vivía un pequeño principito…
–¿Y cómo se llamaba?– preguntó curioso Miguelito.
–Mmm… ¿Qué te parece Miguelito?
–Sí, sí, que se llamaba Miguelito, ¡como yo!
–Bueno… Miguelito vivía en un castillo gigante, junto a
su mamá, la Reina, y su papá, el Rey. Miguelito tenía todo lo que quería, desde
autitos de juguete, hasta caballos de verdad.
–¿Y en su casa había piscina?
–Sí, tres.
–¡Guau!
–Pero Miguelito no era feliz–, esta frase hizo que el
nieto se sorprendiera, –sí, tenía todos los juguetes que quería, y todo lo que
se le antojaba se lo compraban, pero, verdaderamente él no era feliz.
–¿Pero, si tenía todo lo que quería, por qué no era
feliz?
–Porque no tenía amigos, sus padres no lo dejaban salir
de los jardines del castillo, tenían miedo de que alguna persona muy mala lo
quisiera agarrar y pedir recompensa por él, por eso Miguelito era infeliz,
además, sus padres estaban siempre ocupados con asuntos de la realeza y no le
prestaban mucha atención.
–¡Pobre Miguelito!
–Miguelito estaba cansado de su vida y resolvió
escaparse. Una noche, luego de que todo el castillo se había dormido, Miguelito
salió por una ventana, hizo una soga con las sábanas y salió por ella.
–¡¿Y no se lastimó?!
–No, pero se podría haber lastimado, porque lo que él
hizo no se hace, pero en fin,
Miguelito quería saber cómo era el mundo por fuera, cómo
era la gente “normal”, cómo era todo. Entonces, esa misma noche, Miguelito se
escapó y se fue al pueblo.
–¿Y sus papás?
–No se dieron cuenta, porque nunca estaban con él, la
única que estaba con él era su niñera. Cuando ésta se levantó y fue a despertar
a Miguelito, se llevó el tal susto de su vida… Miguelito no estaba en la cama.
Enseguida fue corriendo al teléfono que quedaba al fin de la escalera y discó
un número que con nerviosismo terminó en el 7.
Por el otro lado de la línea se oía la voz de otra mujer
con acento nervioso, era la madre de Miguelito y parecía que estaba hablando
con su marido, explicándole que su hijo no estaba y que se había escapado.
ESTILO:INDIRECTO LIBRE
NARRADOR:PROTAGONISTA
-CAMILA ROMERO
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